Hace unos años escribí un post que resumía mi forma de pensar respecto a las trabas que identifiqué en el trabajo (de esa época).
Esto pues, muchas veces al empezar el trabajo, nos centrábamos en intentar entender el detalle y/o cómo se harían las cosas, cuando en realidad lo primordial era comprender a nivel general, la funcionalidad que se buscaba cubrir.
En resumen, perdíamos el tiempo intentando entender el ¿Cómo? cuando lo importante era el ¿Qué?
Como dije al empezar este post, han pasado los años y ahora entiendo que en realidad estaba equivocado.
Ojo, nosotros cumplíamos con entregar la solución al problema.
Pero muchas veces, muy pocas personas se preguntaban por qué hacíamos lo que hacíamos.
Es que, era muy extraño escuchar que un miembro del equipo me comentara lo feliz que se sentía al imaginar que muchas personas usarían el sistema que ellos habían construido con sus manos.
Hay momentos en los que recuerdo la vez en la que uno de mis mentores me dijo que el problema que teníamos muchas personas era que, por alguna razón, habíamos olvidado la gracia de cuestionar las cosas.
Y con esto no estoy hablando de ningún ánimo rebelde. Me refiero directamente a preguntar ¿Por qué?
¿Por qué?
Sí, pues hacernos esa pregunta y compartir la primera versión de la respuesta con el resto del equipo, hará que todos pasemos a otro nivel de identificación con el proyecto.
Lo gracioso es que a veces nuestros jefes nos piden que respiremos el proyecto cuando en realidad, deberíamos sentirlo.
Y sí, el proyecto podrá fracasar -es la verdad, a veces pasa-, pero lo que siempre debe quedar claro en el equipo, es por qué buscamos cumplir el objetivo:
- ¿A quién estamos ayudando?
- ¿Cuánto estamos ahorrando?
- ¿Estamos mejorando la calidad de un producto?
- Y muchas otras preguntas que nos ayuden a entender la naturaleza de nuestra solución.
Ya que, lo que no debe pasar, es que nos vean como a personas que caminan mirando al suelo esperando nuestra próxima tarea. Pues eso es como ser un muerto viviente.
Un abrazo,
JD