Es lo que sentí al terminar “Orgullo Prieto” de Tenoch Huerta, en cuyo libro comparte –a modo de ejemplo–, algunas vivencias que, siendo honestos, pueden haberle ocurrido a cualquier ciudadano de a pie que no cuenta con privilegios –que para algunos no lo son–, como el color de piel, estudios, amistades en común, etc.
Me pasó la mismo al leer “No soy tu cholo“, de Marco Avilés. Quien a diferencia de Tenoch, mexicano de nacimiento, comenta experiencias similares, pero en Perú, país al que pertenezco.
Lamento decir que no pasa época del año en la que me siento discriminado, apartado, aislado por no haber estudiado en algún lugar especial, no frecuentar lugares comunes o siendo concretos, cuando luego de haber intentado entrar a un lugar, no me dejaron entrar porque “estaba todo ocupado” (cuando no era así) o como cuando quise averiguar el precio de un auto pues “no había stock”. Ya depende del estado de ánimo de cada uno, así que a veces hago sentir mi incomodidad al decir, como ocurrió al intentar entrar a un hotel “pero mis amigos acaban de entrar, a ellos no les pediste documentos, todos estamos yendo a cenar”.
Llegado a un punto, algunas personas podrían pensar “¿pero cómo te habrás vestido?”, lo gracioso es que yo creo que eso no debería importar, además, la vez que mis amigos entraron al hotel, estaban usando buzo/indumentaria deportiva, yo llegaba de trabajar y llevaba una camisa que –algunas veces– debo usar.
A pesar de ello, creo que, gracias al sacrificio de mis padres, pude terminar el colegio y luego la universidad, y claro, ya por el simple hecho de ser hombre, ya tengo una serie de privilegios que a veces es bueno recordar y que, de alguna u otra manera, también tengo la oportunidad de ayudar a los que no cuentan ello. Pero, la pregunta es ¿cuántos recordamos/entendemos eso?
En fin, nos falta mucho por aprender y/o cambiar, pero Roma no se hizo en un día, mucho menos, no espero algo radical como pedir que lancemos nuestra voz de protesta y salgamos a las calles por una lucha que en el peor de los casos podría tomar más de una vida.
A veces eso no es necesario. La lucha viene desde casa.